Inspirada por leyendas del montañismo como Reinhold Messner y Edurne Pasaban, y también por referentes filosóficos y espirituales que trascienden lo deportivo, Margarita vive la montaña como una forma de transformación personal. “Más que conquistar montañas, lo que busco es encontrarme en ellas”, afirma.
El Monte Everest, con sus 8.848 metros de altura, es considerado el desafío máximo del alpinismo. Subirlo por la ruta de Nepal —la misma que usaron Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953— exige preparación meticulosa, capacidad de adaptación extrema y fortaleza emocional. Enfrentarse a sus paredes heladas no es solo una proeza física, es una prueba total del espíritu humano.
De alcanzar la cima, Margarita no solo entraría en un grupo selecto de alpinistas globales, sino que haría historia para Colombia y América Latina, demostrando que la grandeza no depende del origen, el género ni los recursos, sino de la pasión, la disciplina y la convicción de seguir subiendo, paso a paso.
Con esta expedición, programada para los próximos meses, Margarita María Moreno Muñoz no solo se propone escalar una montaña, sino reescribir lo que significa ser exploradora en el siglo XXI. Su ascenso al Everest no será únicamente una cumbre geográfica: será un acto simbólico de inspiración, resistencia y propósito.
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